Aunque muchas veces pasa desapercibido, hacerse la cama al levantarse es uno de esos hábitos que, según especialistas, puede marcar la diferencia en cómo transcurre el resto del día. No se trata solo de dejar la habitación más prolija, sino de iniciar la jornada con una pequeña acción de orden y disciplina, que activa la sensación de logro desde temprano.
Este simple acto envía un mensaje claro al cerebro: el día comenzó, y ya hicimos algo bien. Ese “primer logro” genera una cadena de productividad, ayudando a que el resto de las tareas se realicen con mayor enfoque y energía.
Además, está comprobado que quienes mantienen este hábito tienden a ser más organizados, constantes y resolutivos. El orden externo influye en el orden mental: una habitación prolija transmite calma, reduce el estrés y mejora la capacidad para tomar decisiones a lo largo del día.
Psicólogos y especialistas en comportamiento coinciden en que la rutina de hacer la cama también fortalece la autoestima y el sentido de responsabilidad personal, ya que promueve la constancia y el compromiso con uno mismo.
Y aunque parezca un detalle menor, llegar al final del día y encontrar la cama tendida brinda una sensación de cierre y bienestar: un espacio listo para descansar, después de un día que comenzó, literalmente, con el pie derecho.